Con alegría, orgullo y regocijo el Ministerio de Educación (Meduca) rinde un merecido homenaje a todos los alumnos panameños de escuelas oficiales y particulares, este Día del Estudiante (27 de octubre), establecido, según Ley N° 1 de 22 de octubre de 1948.
Por ello, el Meduca los felicita y exhorta a niños y jóvenes a esforzarse para alcanzar sus sueños y metas, a través del estudio serio, con esfuerzo y sacrificio en cualquier rincón del país en donde se encuentren, como Martín Sires, de quien contamos su historia en este reportaje especial para conmemorar tan importante fecha.
Con apenas 17 años, el estudiante Martín Sires tiene claras las metas que quiere alcanzar en la vida: ser biólogo marino. Las dificultades que ha enfrentado desde pequeño le mostraron el camino que debía seguir, aunque marcado por el esfuerzo, los sacrificios, el trabajo duro, la superación y las ganas de aprender.
Pese a algunos infortunios, ha aprendido a sortear las olas altas y las bajas, los momentos de tempestad y de mar en calma y, con dedicación, ha sabido aferrarse a los estudios como su tabla de salvación, su mejor herramienta para salir adelante y convertirse en el profesional que busca ser.
Sires estudia el 11mo. grado del Bachiller en Ciencias, en el Centro Educativo (CE) Padre Juan José Cánovas, una institución escolar veragüense de excelencia que le abrió las puertas cuando, hace poco más de dos años, bajó desde Ñurüm, en la comarca Ngäbe Buglé, en busca de que la enseñanza le diera mejores días.
Extensas caminatas de hasta cuatro horas tenía que hacer Martín entre las montañas de su natal Virigua, para ir y venir de su casa a la escuela primaria en Ñurüm. En séptimo y octavo grados, igual debía atravesar cerros y ríos, junto con su madre, algunas veces, andar entre lomas y caminos polvorientos, otras con lodo hasta las rodillas, cinco horas a pie, hacia el centro escolar multigrado.
Santa, su inspiración
Convaleciente por un accidente de hace ya un tiempo, Santa Sires, artesana y mamá de Martín, es quien le sirve de inspiración. Ella lo acompañó a la escuela hasta cuando pudo. Huérfanos de padre, desde hacía varios años, mantenía a sus hijos con la confección de naguas, chácaras y otros artículos que vendía en improvisados mercados de toda la comarca o a vecinos que aprecian sus manualidades.
“Una vez me acompañaba mi mamá a la escuela en medio de la lluvia, cuando empezamos a bajar la montaña, con barrancos a ambos lados, ella resbaló y cayó, por un lado, pero tuvo la suerte que se agarró de algunas ramas y eso le salvó la vida, pero debido a las lesiones, ya no pudo seguir tejiendo”, recordó Martín.
A partir de ese momento, añadió, debió olvidarse de la máquina de coser, de las agujas y los materiales para confeccionar sus amadas artesanías. Desde allí, sus hermanos mayores debieron encargarse de la manutención de toda la prole, incluida, a Santa.
‘Más allá del noveno grado, un sueño’
Hoy, Martín –el menor de seis hijos– es uno de los nueve chicos en el internado del colegio Cánovas de Atalaya, al que llegó acompañado de un hermano, tras un descanso de la zafra cañera a la que había viajado, desde Virigua, para ganarse algunos reales que le sirvieran para ayudar a su madre.
“Escuché a alguien hablar del Cánovas cuando trabajaba cortando caña y me llamó la atención: una escuela nueva, amplia, con comedor, internado, muchos estudiantes y los libros necesarios para estudiar. Convencí a mi hermano de ir allá, casi todo el camino a pie hasta Atalaya, llegamos preguntando y, gracias al apoyo de algunas personas, pude matricularme”, detalló sonriente.
Este muchacho es el único de su familia que pudo seguir los estudios después de noveno grado, pues la pobreza y las distancias son los principales obstáculos de muchos panameños en esa región que, como él, quieren ser alguien en la vida. Obstinado como su mamá, ha seguido al pie de la letra sus consejos: “eche pa’ lante, estudie y demuestre el valor que tiene”.
A Martín le gustan los libros, tanto así que, al revisar sus textos de ciencias, le llamaron la atención las formas, los colores, las palabras y todo lo relacionado con la biología y quedó atado a ella. Ahora, el sueño que tiene no es poco, desde hace años eligió ser biólogo marino, y quiere estudiar y prepararse para eso.
Respetuoso y cooperador
Samir Chávez, estudiante de 8vo. grado del CE Juan José Cánovas, es amigo de Martín, comparten dormitorio y el hecho de tener lejos a sus familias. Como bien lo conoce, sabe que es respetuoso y cooperador, además, dedica mucho de su tiempo a los estudios, a los textos, a aprender.
“Es bastante callado, se dedica a los estudios, le gusta leer y escuchar música, sobre todo, ojear los libros de biología. Siempre nos ayuda con la limpieza, es colaborador, por eso nunca dice no a nada, si uno le pide hacer algo, seguro que hará todo lo posible para ayudarle, nunca dirá que no”, aseguró Chávez.
Quiere ser ‘alguien en la vida’
Anabella Mojica, docente de inglés y consejera de Sires en el ‘Cánovas’, afirmó que este estudiante ngäbe, de extrema pobreza, pero su deseo de superación es “muy grande”. Según la profesora, Martín es un ejemplo en el aula, presta atención, demuestra mucho valor y los pone en práctica.
“Tiene un enorme carisma y un gran entusiasmo por aprender, en especial, he escuchado su interés por la biología. Es digno de admiración, participa en clases, demuestra motivación, altos valores y personalidad. Exhorto a otros estudiantes que vean el ejemplo de él, viene de la comarca con muy poco, con muchas dificultades, pero quiere ser alguien en la vida y un profesional de la biología”, agregó Mojica.
Educación con compromiso y calidad
El CE Padre Juan José Cánovas, una institución escolar modelo, que le abrió las puertas a Martín, está ubicada en el distrito de Atalaya, pertenece a la regional de Veraguas, registra una matrícula de 1,385 estudiantes, con Bachiller en Ciencias, premedia y media, atendidos en dos turnos por 83 docentes.
El ‘Cánovas’, como regularmente se le conoce, fue fundado en 1986 como Primer Ciclo de Atalaya, sin embargo, a partir de 2019 es el Centro Educativo Padre Juan José Cánovas. Además, tiene un internado con nueve alumnos (2 varones y 7 damas).
Su directora Ada Cornejo de Oses; el subdirector Técnico Docente, Hermes Santamaría; y la subdirectora Administrativa, Yovana Benítez, con apoyo de un experimentado y comprometido cuerpo de profesores, llevan adelante la tarea de brindarle a la región veragüense una educación de excelencia y calidad.